Silent Hill 3: La Novela - Capítulo 2: Mi Dulce Hogar

 

Parecía que los monstruos habían desaparecido del centro comercial. Los rugidos feroces habían cesado, y no quedaba rastro alguno de ellos alrededor..


Cuando Heather regresó a las puertas principales, la voz de un hombre la detuvo.


— ¡Heather!


El hombre de mediana edad, cuya existencia se había vuelto insignificante para Heather a esas alturas, estaba sentado en una banca de la entrada.


— ¿Qué acaba de pasar?


Douglas Cartland se puso de pie y se le acercó. Su rostro sin afeitar estaba cubierto de confusión. Se veía sorprendido por el extraño estado del mall, pero Heather dudó de su sinceridad.


— ¿No causaste tú todo esto? Andas detrás de algo, ¿no?


Heather mantuvo su mirada fija en Douglas, quien se alteró incluso más (si es que no estaba actuando, eso es).


— ¿Qué hice yo ahora? ¿Detrás de qué?


— Tú y esa Claudia están tras todo esto, ¿no es así?


Seguro que Claudia y él habían conspirado para crear esa situación extraordinaria y atraparla. El hecho de que sólo ellos dos sobrevivieron ilesos mientras todos los demás desaparecieron era la evidencia más clara.


— Claudia… —Douglas alzó la voz tras una pausa, pensativo—. ¿Estaba ahí adentro? Mierda, pero por qué…


— Así que estás trabajando con ella.


— No, sí, es cliente mía. Me contrató para que te encuentre y te lleve con ella. ¿Qué le pasó?

— ¿Por qué no lo averiguas tú mismo? Si eres un detective de verdad, claro.

— Pero…


Douglas titubeó. Se notaba reacio.


— ¿Qué son esos monstruos…? Son aterrorizantes… ¿Estamos en el apocalipsis…?


Su cara pálida tras su barba se veía genuinamente temerosa.


— Tal vez es porque me encontraste —murmuró Heather.


Las palabras se habían formado de la nada.


— ¿Qué quieres decir? —Douglas preguntó confundido.

— No sé… —Heather se encogió de hombros—. Siento que todas estas cosas raras están conectadas a mí. Así que no deberías haberme encontrado.


Heather se llevó una mano a la frente. Otra migraña. No tan fuerte como la anterior, pero aun así…


— ¿Conectadas? —Douglas pensaba en voz alta—. ¿Cómo?

— No tengo idea. ¿No deberías tú saber algo? Mencionaste algo sobre un secreto de cómo nací.

— La cliente me dijo que eres adoptada…


Heather soltó una carcajada.


— Eso no es un secreto. Sé de hace tiempo que papá y yo no estamos relacionados por sangre. ¿Y qué? ¿Vas a decirme quiénes son mis padres? ¿Unos magnates petroleros árabes?


— Ella quiere decírtelo presencialmente…


— Qué mierda de ridiculez.


Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta, que se abrió con facilidad sin tener que forzar la cerradura. Probablemente otra alteración misteriosa, como en las otras puertas.


— ¿A dónde vas? —gritó Douglas tras ella.

— ¿No es obvio? —contestó Heather sin mirarlo—. Me voy a casa. Con mi padre al que adoro más que a nadie en el mundo, aunque no estemos relacionados por sangre.


Es por seguro que estos eventos extraños están conectados a algo sobre mí. Pero no entiendo lo que ese “algo” es-


No, lo entiendo.


Entiendo, pero no quiero recordarlo. Estoy evadiéndolo…


Cuestiones que Heather se preguntaba al bajar las escaleras a la estación Calle Hazel del metro. Las pisadas de sus botas hacían eco a través del pasaje subterráneo, sin dejar espacio para otros sonidos. No había nadie más ahí. Nadie adelante, nadie a sus lados, nadie detrás. Ningún otro pasajero, como si todos en el mundo hubieran desaparecido.


Sigue pasando. No ha terminado.


Está recién empezando.


Heather preparó la pistola en su cinturón, lista para disparar en cualquier momento. Al pasar por los torniquetes, donde la ausencia del personal había cimentado la idea de un pueblo fantasma, escuchó un rugido bestial proveniente de un lugar poco claro. Heather se tensó. Un tubo fluorescente parpadeó, proyectando una luz débil sobre la estación mientras ella alineaba su linterna con el barril del arma. Escaneó en todas direcciones, pero no vio ningún monstruo. Estaban acechando más adelante. Demonios del infierno, esperándola en las profundidades del metro…


A mitad del corredor hacia el andén, entre graffiti vulgar estropeando un anuncio publicitario, Heather vio el mismo símbolo circular que encontró en el baño del mall, brillando en rojo siniestro.


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Muerte.


El destino que le aguarda a todos por igual.


Algún día, vendrá por mí también.


Últimamente, Harry había estado consciente de ello todo el tiempo. Era un estado mental similar a iluminación o resignación. No estaba asustado.


Estaba irritado.


Todo comenzó cuando se percató de su presencia. No estaban vestidos de ninguna forma sospechosa, no había evidencia que sirviera ante un juez, y desde un punto de vista objetivo, no había forma de estar seguro… pero Harry tenía una certeza inquebrantable. Con toda la evidencia circunstancial, podía oler la amenaza oculta, podía sentirla en su piel. Esta era la intuición de Harry Mason, el escritor. Años de huidas, mudanzas repetitivas, sólo para ser descubierto una tras otra vez, llevando a peleas mortales en defensa propia… todo había agudizado su instinto de persecución.


Y entonces, en algún punto, comenzaron a observarlo con rostros inocentes.


Parejas jóvenes acariciándose en el césped, ancianos sentados en bancos, camareras alegres, dueñas de hogar con sus niños en el supermercado, matrimonios mudándose al departamento sobre él. Todos fingiendo ser ciudadanos normales. Pero no es fácil ocultar la mirada que espía un objetivo. Quizás profesionales entrenados podrían, pero estos eran solamente amateurs. Harry siempre sentía sus miradas intensas, junto con la forma en la que luego apartaban la vista.


No hubo señales de ellos en los últimos años, y Harry había esperado que se disolvieran en el conflicto interno en Portland… Pero, no, habían sobrevivido con la tenacidad de cucarachas y habían vuelto, rodeando a su presa con la persistencia de una serpiente y la molestia de una mosca.


Era obvio, ¿no? Su verdadero objetivo no era él.


Harry rechinó los dientes. Sus mejillas temblaban.


La meta era su hija amada, Heather.


Enterró sus uñas en sus rodillas, sus manos agarrándose fuertemente de ellas. Estaba sentado en su sillón en la sala de estar, viendo televisión, pero era incapaz de relajarse. Oía, pero no escuchaba, los chistes y risas en el show de comedia. Demasiado preocupado. ¿Fue un error dejar que Heather fuera a la ciudad sola?


Sacudió su cabeza para disuadir la idea.


Heather ya había crecido bastante. No podía tenerla atada, ni estar ahí para protegerla siempre. Tenía que protegerse sola. Aunque tuviera que dejarla en un foso con lobos, o en lugares con bestias más peligrosas… debía dejarla ir. Porque ya no había mucho más que hacer para protegerla…


— Lo lamento, pero… es cáncer de hígado.


El doctor se lo dijo tan casualmente. Leyendo el informe como si fuera un menú. Harry no estaba sorprendido, sólo pensó en su hija. Se sintió pésimo por ella, teniendo que valerse por sí misma y perder a su guardián a tan temprana edad. Entonces él rechazó la hospitalización sugerida por el médico, y tomó su tratamiento en secreto mientras Heather estaba en la escuela. Por eso no le había dicho a nadie. No quería preocupar a nadie, ni quería entristecer a Heather.


No tenía miedo de morir.


Así es cómo realmente se sentía.


Porque aún después de la muerte, el alma persiste. Pero no podía soportar la idea de que Heather terminase igual.


Nunca quiso que ella pasara por eso otra vez. Y aun así, esos fanáticos ensañados eran tan detestables, y él estaba tan preocupado por ella que se sentía inútil y patético.


— Por favor, llega a casa pronto, Heather…


Los comediantes en la televisión estallaron en risas.


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Incluso el débil brillo de los tubos fluorescentes se había ido. El fondo de las escaleras llevando al andén estaba cubierto por oscuridad. Un olor horrible permanecía por ahí, como amoníaco en un baño público descuidado. Las manchas sucias repartidas por la plataforma se veían tan penetrantes que Heather temió que disolvieran sus botas. La escena iluminada por su linterna revelaba muros agrietados y descascarados, y rieles cubiertos de óxido rojo… todo le recordaba a la desolación de pesadilla que encontró en el centro comercial.


— ¡Ya tuve suficiente de estas ruinas! —refunfuñó esperando que las cosas fueran diferentes esta vez.


Pero sus rezos, casi nunca ofrecidos ni siquiera en la iglesia, eran egoístas y seguramente en vano. Pensaba usar el andén para ir a casa, pero los carteles en los muros indicaban un destino distinto. El andén correcto estaba al otro lado de las vías.


Heather chascó la lengua, un mal hábito que Harry siempre trató de corregir.


— No parece que el tren esté en camino.


Consideró cruzar las vías al otro lado. Subir las escaleras de nuevo sería una molestia, y con el espacio y tiempo fuera de control, no había garantía de que acabaría en la plataforma correcta al volver a bajar. Sí, cruzar sería más rápido. 


Apenas puso un pie en las vías, una luz cegadora inundó el túnel, y una bocina de advertencia estalló. Un tren se disparaba hacia ella.


— ¡Maldita sea!


Trepó al andén justo a tiempo para evitar ser arrollada por el tren. Su corazón estaba por estallar y su frente se cubrió de sudor de inmediato. Fue demasiado perfecto para ser una coincidencia. Sintió que la oscuridad del túnel estaba conspirando contra ella.


Heather miró al andén opuesto con resentimiento. Con un suspiro, se dirigió escaleras arriba. Los gruñidos en la distancia continuaron. Ese enemigo oculto la asustaba más que los otros monstruos con los que había peleado. Su corazón palpitaba como si el mall fuera historia antigua.


— ¡Sal y pelea! —gritó para darse ánimos, pero su voz fue engullida por la oscuridad, haciéndola sentir más aislada.


Una vez más, las escaleras la llevaron al andén equivocado. No tenía sentido, la estación entera estaba alterada. Deberían haber sólo dos plataformas, una para cada dirección. Pero ahí había otro grupo de escaleras en mitad del andén, unas que Heather no recordaba pero que se veía obligada a seguir.


La estática en la radio incrementó al acercarse a las escaleras. Un monstruo semejante a un perro rabioso saltó desde la oscuridad, gruñendo con su cabeza bifurcada.


Sólo eres tú. Heather sonrió, viendo a su ya familiar enemigo, sólo que en un nuevo lugar. Sabiendo con lo que se enfrentaba, el miedo abandonó su cuerpo como una ola retrocediendo. Despachó a la criatura con sólo dos disparos y calmada precisión.


La oscuridad regresó al silencio.


Sólo escuchar sus propios pasos le producía temor. Un escalofrío recorrió su espalda, tentándola a darse la vuelta. Iluminado por el aro de luz de su linterna, “algo” arrugado y seco se colgó del techo sobre las vías, temblando y observándola con pequeños ojos brillantes.


Un anciano monstruo momificado. El mismo que encontró en el ascensor del centro comercial. En ese entonces, una rejilla de metal la protegió de ataques potenciales… así que apuntó su pistola hacia él. Por alguna razón, su dedo titubeó ante jalar del gatillo. El monstruo se mantuvo inmóvil, sin señales de agresividad, y sólo la miraba con curiosidad. Heather bajó su arma con cautela, porque aunque no creía necesariamente en monstruos inofensivos, no quería gastar balas en algo que no la estaba atacando. Subió por las escaleras sin romper el contacto visual con el monstruo.


Protégeme, papá. Ayúdame a llegar a casa.


La ciudad había criado a Heather con tenacidad. Nunca le tuvo miedo a vecindarios peligrosos o a extraños sospechosos, pero todo esto… era demasiado amenazante. Apretó el pendiente colgando de su cuello y pensó en la sonrisa gentil de su padre. Era el único consuelo que le quedaba, vagando sola por el laberinto de la estación.


Repentinamente, una bocina de advertencia inundó el túnel. Sucedió justo cuando Heather exploraba su andén deseado, tras apenas escapar una emboscada tendida por los perros rabiosos en los rieles.


Heather trepó a la plataforma, sin tiempo para lidiar con los monstruos. Apenas subió, un tren entró a la estación, arrollando a alta velocidad a los perros que la perseguían, y se detuvo con un ruido estruendoso unos metros fuera de su lugar designado.


Por fin puedo ir a casa.


Sintió un impulso de alegría.


La mayoría de las puertas del tren estaban firmemente selladas, excepto por la del final. Apenas puso un pie adentro, la puerta se cerró con fuerza tras ella, como una planta carnívora atrapando su presa.


No importa. Sigue la corriente.


Se forzó a pensar positivamente y avanzó por el tren. A pesar de no ver ningún pasajero, pensó que seguro habría un conductor, o el tren no estaría moviéndose. Motivada por el deseo de no estar sola, se dirigió al carro frontal. Quizás, si pudiera encontrar a otro humano, la pesadilla terminaría.


Pero… no se veía ninguna cabina del conductor desde el último carro. El tren estaba compuesto sólo por carros de pasajeros. Heather estaba atónita.


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Siempre me he esforzado por protegerla. Desde que era pequeña, hasta ahora. Es la forma en la que expreso mi arrepentimiento por no haber podido salvarla en ese entonces. Juré que la protegería esta vez.


Creí que era mi hija reencarnada, mi verdadera hija.


Traté de ser estricto y no mimarla, de enseñarle a ser autosuficiente y resiliente, incluso en la adversidad… pero creo que ignoré su educación. Le enseñé que superar la vida era absolutamente más importante que su aprendizaje.


Seguro es por eso que sus calificaciones son tan malas y los profesores me llaman por su mal comportamiento. Escuché que busca peleas con chicos, incluso.


Se rió para sí mismo. Lo que lo irritaba unos minutos atrás se había desvanecido. Pensar en recuerdos con Heather siempre ablandaba su corazón.


Aunque tenga diecisiete años, seguía teniendo sólo siete adorables años para Harry… como si siguiera siendo la niña con el rostro idéntico al de la hija que no pudo salvar.


Lágrimas rodaron por su mejillas. El ardor del arrepentimiento resurgió.


Me he puesto tan emocional. Se secó las lágrimas mientras se levantaba del sillón. Si no recobraba su compostura, no tendría buena cara cuando se encontrase con Jodie de vuelta en el cielo. Ya arrastraba suficiente culpa sobre su hija.


Esa noche, Harry le revelaría todo a Heather. Su enfermedad, el secreto de su nacimiento, la existencia de “esas personas” de las que había evitado hablar para no asustar a Heather… Necesitaban discutir el futuro y él debía explicarle los procesos legales para heredar los bienes que había ahorrado.


Podrían conversar acompañados de una cena. Para esto, Harry estaba preparando una comida fuera de lo ordinario. Incluso tenía un pato asándose en el horno. Ya que sus habilidades culinarias eran capaces de convertir tostadas en cenizas, la mayoría de sus platos provenían de un restaurante italiano local.


El apartamento estaba cubierto en el delicioso aroma del pato asado. No podía esperar a ver la cara de Heather cuando lo probara. Una sonrisa se dibujó en su rostro, imaginándose la escena, sólo para disolverse en una mueca amarga. Un olor horrible invadió su nariz, el olor a los cuerpos descompuestos y bestias que recordaba en su pasado. Escuchó pasos detrás de él, el sonido de alguien escabulléndose en su departamento.


La adrenalina fluyó por Harry y tensó cada músculo en su cuerpo. No pudo creer que lo estaba enfrentando otra vez, especialmente entonces, en su propio hogar. El peor momento posible.


— Vinieron por Heather…


El escenario de sus pesadillas estaba tomando lugar frente a él. Creyó que estar lejos de Silent Hill los mantendría a salvo, pero…


— ¿Pueden esperar un poco más…? —Harry habló sin voltear a ver al intruso, negándole la satisfacción de su atención—. Aún hay mucho que debo decirle. Sólo denme esta noche. Después pueden hacer lo que quieran conmigo.


— No, no se podrá.


La voz era inesperadamente femenina, mucho más joven que la de la detestable Dahlia, pero similarmente fría.


— Nos arrebataste algo preciado. Nos robaste una nueva era, un nuevo y maravilloso mundo. Eso es un crimen imperdonable. No recibirás misericordia.


— Ya veo… esperaba que fueras uno de ellos.


Con una sonrisa amarga, desenfundó una pistola desde su chaqueta, guardada para una ocasión tal como esa. Se dio la vuelta y disparó, no al monstruo en su visión periférica, sino que a la mujer. Matar a la persona controlando a los monstruos los mataría a ellos también, meras proyecciones de su voluntad. Pero antes de que la bala pudiese dar en su objetivo, el arma metálica del monstruo la interceptó y desvió hacia la pared.


¡Mierda!


Harry mantuvo su posición y descargó el arma contra el monstruo. Era imposible, sus balas no tenían efecto. No podía rendirse. Debía tener una debilidad. Si tan sólo la encontrara…


Harry recargó el arma con experticia sin apartar la vista del monstruo, pero en el milisegundo en que la miró para terminar, una hoja de metal voló hacia él e hirió su brazo izquierdo. La pistola cayó al suelo, lejos de donde Harry cayó a sus rodillas.


— Ríndete. Sólo te estás desgastando a ti mismo. —La mujer sonrió con superioridad.— Heather está en nuestras manos.


— ¿La tienen prisionera? —Harry se rió desafiante—. Pero ella está a salvo, ¿no es así? La necesitan. No pueden hacerle daño a la Madre.


— No necesariamente.


— ¿Cómo…?


— Sí, la necesitamos, siempre y cuando cumpla con sus deberes como la Madre. Pero si se niega…


— ¡Basta! —La expresión de Harry cambió de guerrero implacable a padre suplicante—. Por favor, dejen de atormentarla. No le hagan daño. ¡Se los suplico! 


La mujer lo miró con desprecio.


— Entonces muere aquí, y ahora. No hay lugar para ti en el nuevo mundo donde todos serán salvados.


— Ni para ti.


Harry se puso de pie, sacando un cuchillo de un cinturón atado a su pierna.


— ¿No te importa lo que le pasará a Heather?


La reprimenda de la mujer por su arrogancia hizo que su mano se congelara antes de lanzar el cuchillo. En ese instante de duda, una cuchilla gigante atravesó su torso por la espalda.


Harry cayó de vuelta en su sillón, agarrando su pecho herido, repitiendo el nombre de su hija.


Su visión se nubló rápidamente, pero pudo ver el rostro de su esposa en la niebla.


Jodie… ya voy, ya voy contigo. Por favor, protejamos a nuestra hija, juntos.

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En la oscuridad de la noche, un gran edificio se erguía frente a Heather. Cuando ella lo iluminó con su linterna, reveló varias vigas de acero expuestas, dándole a entender que había emergido en un sitio en construcción. Tras desembarcar del tren fantasma y navegar por el alcantarillado, por fin había llegado a un lugar que reconocía. El tren había parado en una estación sin nombre, pero considerando la duración del viaje, sabía que debía seguir en su ciudad. Luego se marchó apresurada para no encontrarse con más trenes espectrales que la pudieran raptar a otros lugares. No había escaleras hacia la superficie, así que se vio forzada a tomar una nueva ruta por el alcantarillado de la ciudad hasta encontrar una salida.


Ah, ¡esta es mi ciudad! Suspiró aliviada. Reconoció el edificio en construcción como el lugar cercano a su departamento. El ruido de las obras la molestaba todo el tiempo, pero el edificio que odiaba se había convertido en un viejo amigo. Sólo tenía que caminar un poco más para llegar a casa con su padre.


Heather buscó alegremente una salida del sitio en construcción, pero no pudo encontrar ninguna en el cercado.


Otra vez, no… Miró al edificio con resentimiento. Parecía que tendría que pasar por él después de todo, rodeada por otra extrañeza en el espacio. Apenas entró por la puerta trasera, el olor a concreto secándose golpeó su cara. Las paredes y techos aún no estaban terminados, escombros estaban esparcidos por los pasillos, y aunque debía sentirse como un edificio recién empezando su vida, más parecía una ruina abandonada por años.


Tras explorar el primer piso, se encontró con que ningún pasillo llevaba a salida alguna, y tampoco había ninguna puerta principal hacia la calle. Casi como en el centro comercial, otra vez. Seguro tendría que subir a los pisos superiores y buscar una ruta más larga. Por supuesto, los elevadores no estaban funcionando todavía. Debía usar las escaleras.


— Perfecto, cinco pisos… —suspiró, ya odiando el camino hacia arriba.


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— El análisis técnico indica que pronto habrá una gran adquisición, causando una expansión… y ella vendrá a este lugar, buscando las ganancias… —Vincent murmuraba, ajustando sus anteojos con su mano libre. Con la otra, dejaba cartas sobre la mesa, una a una.


Era una lectura del tarot, pero no le importaban los resultados. Lo que dijeran las cartas no era relevante para él; es sólo que el acto de barajar y repartirlas era necesario para poder concentrarse. Un hábito de su niñez.


— Su posición, mantenida por tanto tiempo, ha acumulado una buena permuta. Pero es negativa… las pérdidas se están derramando fuera del área de interés…


Su profesión anterior lo había obligado a ver todo desde un marco financiero. Vincent Smith fue un empresario de Wall Street hasta hacía unos pocos años atrás. Dotado de una mente brillante que lo vio graduarse a la cima de su clase con sólo veinte años, encontró éxito en la industria del dinero y ahorró una buena fortuna para alguien tan joven.


Aunque no juntó una fortuna comparable a Bill Gates y sus pares, Vincent consiguió el sueño americano y se retiró temprano. Donó varios de sus ahorros y eligió el camino de la fe. Era esa la convicción que lo tenía esperando ahora.


Vincent continuó dándole la vuelta a las cartas. Sin siquiera mirarla, descartó la carta del Loco reversa.


— Su posición negativa debe ser liquidada.


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— Está siendo invadido por el Otro Mundo. Un mundo de delirios y pesadillas de alguien, cobrando forma…


Heather se levantó del suelo con dificultad. Su cabeza la estaba matando. Mientras exploraba el edificio, una ola de mareos y una migraña fulminante la atacaron sin advertencia. Mientras perdía el conocimiento, creyó escuchar la voz de alguien. Sonaba como su padre.


Lo que dijo no tenía sentido para ella. Tampoco recordaba haber escuchado una conversación como esa en el pasado. Pero estaba segura de que era Harry, tratando de advertirle de algo. La sensación de urgencia la motivó a seguir su camino, sobre un suelo que parecía distinto a como era antes.


El edificio había cambiado. Como si hubiera saltado en el tiempo, cientos de años hacia el futuro, donde el edificio estaba destinado a convertirse en ruinas. Paredes y techos polvorientos, sucios y dañados; baldosas hinchadas por humedad, descascaradas y agrietadas.


¿Un otro mundo?


Como en el centro comercial y en el metro. ¿Podría ser la única explicación que Harry le podía dar?


Invadido. Pesadillas de alguien.


¿Pero de quién?


Heather tenía la respuesta en la punta de la lengua, pero se mordió el labio para no dejarla salir.


En el edificio transfigurado, un monstruo igual de grotesco acechaba. Al final del pasillo había un gigante con un cuerpo inflado y blanco, adornado con una cabeza pequeña aparentemente carente de cerebro. Sus rasgos faciales estaban enterrados bajo su carne, la cual se veía ulcerada a lo largo y ancho de su cuerpo. En otras palabras, un tumor gigante y fantasmal.


— Muévete —le ordenó Heather.


El monstruo hinchado no mostró señal alguna de hostilidad, sentado y holgazán. Pero su cuerpo bloqueaba el pasillo completo, así que algo debía hacerse.


— Muévete o te disparo.


Le apuntó con la pistola para amenazarlo, pero no quería usarla realmente. Quedaban pocas balas, y quería ahorrarlas para algo más feroz. Titubeante, le disparó una sola vez a la cabeza del monstruo, esperando que fuera suficiente. El monstruo rugió, pero no con un grito de dolor, sino que con un bramido furioso.


El ya no tan dócil monstruo se abalanzó hacia Heather. Sus pasos se arrastraban de forma incómoda, como era de esperarse de su tamaño. Su carne se sacudía en todas direcciones al correr, y la prospectiva de ser aplastada por tal peso hizo que Heather huyera. No había forma de matarlo con tan pocas balas.


El olor a putrefacción llenó el aire, y tan sólo pensar en el contacto con esas úlceras la hacía temblar. Daba la idea de una peste incurable en su piel.


En su huida, Heather sintió el piso agrietarse bajo sus pies. El piso se inclinó de forma antinatural, haciéndola tropezar y propulsándola hacia adelante, donde se golpeó duramente junto a otros escombros. El impacto la dejó incapaz de moverse, mientras el monstruo se acercaba.


— ¡No!


¡Arrgh!


El grito de Heather y el rugido del monstruo hicieron estruendo simultáneamente. El suelo colapsó bajo el peso del monstruo, y lanzó un alarido de angustia al caer al piso inferior. Heather se acercó al agujero para verlo retorcerse en agonía.


El edificio transformado continuaba desorientando a Heather, evitando que encontrase una salida. Luego de examinar cada habitación accesible, encontró lo que parecía ser la recepción de un hospital, descuidada pero reconocible. Quizás solía ser la consulta de un psicólogo.


¿Qué es esto?


Notó un pedazo de papel sobre un asiento.


“Encontré a la Sagrada. ¿Matarla?”


Estaba escrito en bolígrafo. Al darle la vuelta, había una fotografía. Heather estaba en ella. De hecho, la imagen era particularmente enfocada en ella.


¿Qué mierda es esto?


Heather estaba furiosa. La primera persona que le vino a la mente fue Douglas, el hombre raro que dijo ser un investigador.


¿Es lo que quiere? ¿Matarme? Llamándome “sagrada,” sí, un pervertido diría eso, sabía que…


¡Pam! Un ruido al otro lado de la puerta.


Hay alguien. Douglas… ¿me seguiste… y dejaste esto?


Heather se acercó a la puerta y la abrió cuidadosamente para echar un vistazo. Vio a un hombre adentro, pero no era Douglas. Era un hombre joven con gafas. Pero no iba a bajar la guardia.


— ¿Quién eres?


Entró a la habitación apuntándole con el arma. El hombre, que estaba barajando cartas sobre el escritorio, la miró y la saludó con una sonrisa.


— Bueno, eres imprudente. ¿No vas a presentarte?


— ¿Eres un terapeuta o un doctor?


— Mi especialidad en la universidad fueron ciencias matemáticas, así que no soy un médico, desafortunadamente. Pero, bueno, se podría decir que ayudo a personas ahora.


— ¡No evites mis preguntas! ¿Esto es tuyo?


El hombre asintió inmediatamente a la fotografía que Heather le arrojó.


— Sí, es mía. Alguien me la dio, pero no la necesitaba, así que la dejé por ahí. No pienso matarte, Heather.


— ¿Me conoces?


— Sí. Pero, no te preocupes. Soy Vincent Smith. Estoy en tu lado.


— No te creo. El que te dio la fotografía, ¿estás seguro que no fue Douglas?


— Douglas… Ah, no, él no tiene nada que ver conmigo.


— Entonces tu amiga es Claudia, ¿no es cierto?


— ¡Oh, no me pongas en el mismo saco que una mujer como ella! —Vincent, que hasta entonces parecía contento, se levantó furioso del escritorio—. No me compares con una mujer programada por los delirios obsesivos de esa vieja loca… Oh, lo lamento, ella era tu madre, ¿correcto?


— ¿Mi madre? ¿Qué estás diciendo?


Heather frunció el ceño. Harry siempre había dicho que su difunta madre, Jodie, era una mujer inteligente y maravillosa. ¿Acaso… la verdad era que…?


— No lo recuerdas —Vincent se le acercó—. Harry nunca te dijo nada, ¿verdad? Te ocultó la verdad para que estuvieras de su lado. Sí, usó una plétora de trucos sucios…


— Sigue hablando así de papá y te volaré la cabeza.


Heather le quitó el seguro a la pistola. Vincent se encogió de hombros.


— Lo siento. Por favor, calmémonos.


— Así que, ¿sabes todo sobre él?


— Por supuesto. Lo sé todo sobre todo.


— Entonces dime qué está pasando ahí afuera, y qué son esos monstruos.


— Oh, ¿lo disfrutaste? Diviértete. Sólo va a ponerse más interesante.


— …Eres igual que esa mujer. Estás enfermo de la cabeza.


Heather retrocedió hacia la puerta, aún apuntando su pistola al hombre de gafas.


— ¡Ey! ¡No he terminado de hablar!


Heather abandonó la habitación. No podía estar en el mismo cuarto que ese hombre. Ni siquiera quería respirar el mismo aire. Estaba furiosa.


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Douglas estaba conduciendo su vieja chatarra de auto. Cuando estaba nuevo y reluciente, solía sacar a su hijo a dar una vuelta de vez en cuando. Pero ahora, el auto estaba desgastado, apenas funcional, tal como la vida de su conductor. Su hijo tampoco estaba más en este mundo…


Seguía pensando en Heather.


La cliente que le pidió encontrar a Heather ya se había encontrado con ella, lo cual significaba que el trabajo de Douglas había sido en vano. Llamó a la cliente para aclarar la situación y recibir nuevas instrucciones, pero fue incapaz de encontrarla. Sin saber qué hacer, pensó en irse a casa, beber una cerveza, e irse a dormir. Pero a mitad de camino, algo lo hizo cambiar de parecer, y se dio la vuelta hacia la ciudad.


Saber lo que es correcto y no hacerlo es cobardía.


Un dicho de un filósofo chino.


Eres un hombre, ¿no, Douglas? Hay cosas extrañas alrededor de esa niña. No seas un cobarde, anda y ayúdala. Quizás hasta pierdas tu trabajo si no lo haces. Si algo le pasa, no tendrás sueldo para comer este mes.


El detective tomó rumbo al departamento donde Harry y Heather vivían.


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Heather finalmente llegó a la entrada del edificio. El fresco aire nocturno la recibió en el exterior, dispersando el hedor del mundo puertas adentro.


Gracias a Dios. Aquí todo está igual que siempre.


Se sintió aliviada de ver su calle tranquila, y luces encendidas donde familias cenaban en sus hogares. Se encaminó a su propio hogar con prisa, celebrando que la pesadilla había terminado. No podía describir lo mucho que quería que hubiera terminado. Quería comer una buena cena, dormirse en su cama, y olvidar ese día para siempre.


Los Mason vivían en el departamento al fondo del edificio Daisy Villa.


Apenas entró, el cansancio del día entero la golpeó con flojera. Heather se estiró y relajó su cuerpo.


— Papá, ya llegué.


Pero, usualmente, antes de poder decir eso, Harry la saludaba con “¡Bienvenida de vuelta, delincuente!”. Esta vez no. Él definitivamente estaba ahí. Heather podía ver su cabeza tras el sillón. ¿Estaba tan entretenido por la televisión?


— Escucha, papá, algo muy raro me pasó hoy.


Empezó a narrarle la historia de su día a Harry mientras se le acercaba. Pero él seguía viendo la televisión.


— ¿Papá…?


Heather se movió en frente de la televisión, y dio un grito ahogado.


Y ese mismo grito ahogado volvió a escapar en un alarido desgarrador.



Harry no estaba ahí.


Ni siquiera estaba en este mundo.


Lo que había ahí era el cadáver ensangrentado y violentamente apuñalado de quien solía ser Harry.


Heather gritó y gritó hasta que sus pulmones no soportaron más. Paralizada frente a Harry, su mundo desorientado y su mente disociada. Eventualmente, colapsó sobre sus rodillas y se aferró al cuerpo inerte, sollozando. Era la última pesadilla, la que selló la serie de catástrofes por las que pasó ese día, y el dolor más grande que una chica joven pudiese experimentar.


Aunque sólo estuvieran ellos dos, Heather y su padre jamás se habían sentido solos, sólo felices. Su vida juntos se había derrumbado bajo sus pies.


¿Quién…?


¿Quién le hizo esto…?


¿¡Por qué está pasando esto…!?


El pecho de Harry estaba manchado de sangre fluyendo desde una herida profunda, y las gotas habían dejado un rastro dirigiéndose fuera de la habitación. No parecía que Harry lo hubiera dejado al caminar mientras sangraba, sino que alguien se había alejado de su cuerpo con un arma que goteaba. El rastro se dirigía a la ventana abierta, hacia la escalera de emergencia…


Heather recobró sus fuerzas, empoderada por ira. Olvidó su fatiga, recogió la pistola abandonada junto a Harry para reemplazar la que había vaciado, y corrió hacia la escalera de la azotea. Sobre el departamento, una mujer aguardaba.


Claudia. Heather supo quién era con tan sólo un vistazo. Claudia y la locura oculta tras sus ojos.


— Casi llegaste a tiempo —sonrió.


Heather le devolvió la mirada con rabia cargada.


— Tú hiciste esto. ¿¡Por qué lo mataste!?


— Venganza, diecisiete años muy tarde. Si ese hombre no hubiese intervenido, las cosas habrían salido acorde a nuestro plan… Pero él lo arruinó todo. Te tomó y escapó lejos de nosotros… Esto es lo que se merece.


— ¡Te voy a matar por esto!


Heather levantó la pistola y la apuntó hacia Claudia. Sus manos ardían con odio.


— Esa es la actitud —sonrió aún más, deleitada—. Es otra razón por la que lo maté: para avivar el odio en tu corazón.


— ¿Qué problema tienes conmigo?


— Es necesario. Vas a entenderlo a su debido tiempo.


— No, ¡no quiero entenderlo!


— Debes intentar recordarme pronto, y aceptar tu verdadera identidad. Darás luz a Dios y construirás un paraíso eterno.


— ¡Cállate ya!


No podía soportar quedarse de brazos cruzados frente a esa mujer. Era una asesina, merecía una ejecución justa. Heather quería llevarla a cabo ahí y ahora. 


Disparó. Pero falló. La bala no pudo darle. Una reprimenda de su padre la había hecho dudar.


— No dejes que el enojo guíe tu dedo en el gatillo. Aunque sea en defensa propia, si hay emoción incalculada en tus actos, eres una asesina. La ley lo permite, pero los cielos no. Te perdonarán sólo si juzgas con calma, para proteger a quienes amas. Sólo entonces debes reciprocar la maldad sin dudar.


Claudia se retiró a las tinieblas, aprovechando el duelo en la mente de su adversaria.


— Todo regresa a su comienzo. Te estaré esperando en Silent Hill.


Heather apuntó otra vez en la dirección de su voz. Ahí estaba un monstruo bloqueando su camino. La luz de la linterna reveló cada detalle de la criatura, especialmente las grandes hojas acopladas a sus brazos. Parecía humano, pero su cabeza estaba envuelta en una tela gruesa, como un casco grotescamente extraño.


Las hojas estaban empapadas de sangre fresca.

 


— Tú…


Una simple mujer no habría sido capaz de matar a su padre de esa forma. Sus habilidades de combate eran seguramente superiores. No habría sucumbido tan fácilmente, ni siquiera ante un monstruo… aunque no había estado bien de salud últimamente.


Lo más importante, si su enemigo era un monstruo, la previa reprimenda de su padre no aplicaba.


Heather le disparó al monstruo en el mismo punto del pecho donde Harry había sido apuñalado. El monstruo blandió sus hojas con agilidad sorprendente y desvió las balas, confirmando que no se trataba de ningún humano. Heather no podría pelear con él así. Tendría que abandonar la venganza y huir, pero el monstruo tampoco le permitía escapar.


— ¡Ah!


Heather se agachó justo a tiempo para eludir una puñalada a su rostro, para luego caer de espaldas. Al levantarse, el monstruo se había ocultado en la oscuridad, gracias a la linterna apagándose en la caída. Heather dudó en encenderla de nuevo. La luz podría revelar su ubicación en el tejado. Sin saber dónde estaba el monstruo, eso era demasiado peligroso. Su oportunidad se presentaría eventualmente si podía mantenerse escondida en las sombras.


Sus ojos se ajustaron gradualmente a las luces distantes de la calle. La silueta del monstruo fue revelada, viéndose confundido y estático al no poder encontrarla. Su visión estaba restringida por la tela sobre su cabeza. Se había vuelto indefenso al no poder contar con la luz de la linterna y el ruido de sus pasos para ubicar a su presa.


Ya te tengo.


Los paseos por bosques oscuros habían dado fruto. Heather celebró en silencio por su buena visión, mientras preparaba la pistola de su padre con su correspondiente silenciador. Tal como Harry la tenía siempre lista. Heather solía no entenderlo, pero ahora comprendió que con monstruos involucrados, Harry estaba preparado para despacharlos sin alertar a la policía. 


Heather se ubicó tras la espalda del monstruo, y disparó.


Moviéndose en silencio como un ladrón nocturno, Heather continuó su ataque con varios disparos más. El monstruo gritaba en agonía, incapaz de defenderse, sin saber de dónde estaba siendo atacado. Sólo sus gritos pudieron escucharse en la azotea, hasta que finalmente colapsó en dolor al suelo.


Pero a pesar de vengar a su padre, el corazón de Heather no se sintió más ligero. Bajó las escaleras con pisadas cargadas de cansancio, sólo para encontrar a Douglas esperándola en la sala, mirando con amargura al cuerpo de Harry.


— Yo… no sé qué decir. No tengo palabras de aliento…


— Entonces no digas nada. O sal de aquí.


— Pero–


— ¡Sal de mi casa!


— Bueno, si es lo que quieres. Pero, déjame ayudarte a dejarlo descansar. No te pude ayudar antes, y tengo que compensarte…


— No hace falta. No quiero ayuda de nadie asociado con esa perra.


— ¿Claudia?


— ¡Sí, ella le hizo esto a papá!


— No estoy con ella. Sólo me contrató. Y eso ya se acabó. Por favor, déjame ayudarte. Quiero estar de tu lado.


¿Por qué estás tan desesperado? Se preguntaba Heather teniendo cuidado de ese hombre. Pero había algo sobre él que le recordaba a Harry, algo honesto y sincero bajo su exterior.


Terminó aceptando a regañadientes.


— Sólo ayúdame a moverlo.


Juntos, cargaron el cuerpo de Harry a su cama y rezaron por su descanso. A pesar de su cruel forma de morir, su rostro estaba petrificado en una expresión serena.


— ¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Douglas, con cuidado de no herir su duelo.


— Puedo vivir sola —contestó Heather sin mirarlo—. Soy su hija, le daré un funeral apropiado. Pero antes tengo que hacer algo… tengo que ir a Silent Hill.


Esa última parte fue solo un murmullo, pero fue suficiente para preocupar a Douglas.


— ¿Silent Hill? ¿Qué hay ahí? ¿Vas a estar bien?


— Tengo que ir. La mujer que hizo que el monstruo mate a papá me dijo que vaya. Sé que es peligroso, pero tiene que pagar por lo que me hizo. Y cuando la encuentre, la voy a matar yo misma.


— ¿Cómo piensas llegar ahí?


— Buscaré una forma.


— Yo te puedo llevar.


— No necesito tu lástima.


— Es un viaje largo, y está demasiado lejos para caminar. Voy a estar esperando afuera. Sígueme cuando estés lista.


Heather finalmente miró a Douglas en los ojos.


— Puede que mueras si me acompañas.


— Está bien. Nadie va a llorar por mí. La única gente que me extrañaría serían los cobradores de mis préstamos.


Douglas sonrió levemente y salió de la habitación.


No voy a despedirme, papá. Volveré pronto. Nos veremos en el cielo algún día.


Heather rezó una vez más por el descanso eterno de su padre con sus hombros temblando. La represa de sus emociones finalmente colapsó en forma de cataratas de lágrimas fluyendo por sus mejillas.


— Te haré justicia —prometió entre sollozos.


El coche de Douglas estaba oxidado en varias partes y manchado con lodo, como si no hubiera visto un autolavado en años. El interior no estaba limpio tampoco, con bolsas de comida chatarra y botellas de gaseosa acumuladas en el asiento trasero. Más parecía un camión de basura. Para rematar, olía horriblemente a cigarrillo.


— Mientras te esperaba, un tipo llamado Vincent se me acercó —Douglas comentó mientras encendía el automóvil.


— ¿Lo conoces?


— ¿Debería?


Heather hablaba cortadamente, escondiendo sus ojos hinchados por llanto. Explicar su encuentro en la consulta del psicólogo se sentía demasiado complicado.


— Parecía saber mucho sobre ti. Era como si lo supiera todo. Dijo que deberíamos buscar por un tal Leonard cuando lleguemos a Silent Hill. Incluso me dio un mapa. Ah, y esto… esto lo encontré cerca del cuerpo.


Douglas le entregó un cuaderno. Heather reconoció la letra de su padre al hojearlo.


Heather se dedicó a leerlo en silencio, mientras Douglas respetaba su espacio y se enfocaba en conducir. Tras un rato, lluvia empezó a caer, abriéndose camino entre las manchas de lodo en el parabrisas y rompiendo la atmósfera silenciosa entre los ocupantes. Las gotas barrían el parabrisas en una corriente constante.


— Hm, está empezando a llover —Douglas rompió el hielo. Miró hacia Heather, quien había cerrado el cuaderno y tenía sus ojos cerrados—. ¿Estás durmiendo? ¿Tienes frío?


— Estoy bien. Solamente estoy pensando.


— Silent Hill solía ser un pueblo tranquilo para vacacionar, pero ahora…

 

— ¿Has estado ahí?


— Una vez, por trabajo. Buscaba a una persona desaparecida. Nunca la encontré. Hay algo raro sobre ese pueblo. Cuando trabajas con la gente que conozco, escuchas muchos rumores extraños.


— Nací y me crié en ese pueblo.


— Perdón. No quise hablar mal de tu tierra.


— Está bien. No recuerdo nada de ahí, de todas formas.


— …Espera. ¿No vivías en Portland cuando eras pequeña? Eso es lo que encontré cuando te investigaba. 


La cara de Heather se retorció de dolor. Su piel se puso pálida.


— Ey, ¿te sientes mal? ¿Quieres que me detenga?


— No… es sólo que leer el cuaderno me hizo… recordar…


Su voz temblaba al continuar, como si estuviera expulsando un gran peso sobre su pecho. Las emociones que había suprimido eran libres.


— Hace diecisiete años, hubo un incidente en Silent Hill. Una mujer, Dahlia, trató de invocar a un dios de las leyendas del pueblo, usando a su propia hija como sacrificio.


— Suena como una historia absurda.


— Sí, pero es verdad. El dios nació de la hija sacrificada.


— ¿Cómo?


— Su hija tenía poderes. En la escuela, la llamaban bruja y todos la odiaban. Podía matar gente con tan sólo desearlo. Pero el dios al que invocaron fue derrotado por un solo hombre… papá, Harry Mason. Supongo que no era un dios real si un humano pudo matarlo… —Heather miró por la ventana, pensativa—. Está pasando otra vez. Y ahora, yo soy el sacrificio…


— Dios… Heather, ¿tienes esos poderes, también?


— La hija que dio a luz al dios volvió a aparecer, con un bebé en sus brazos. Le confió el bebé a mi padre antes de morir…


— Entonces, tú eres…


— Papá me amaba como si fuera su propia hija. Ni siquiera sabía qué soy… Nunca esperó nada de mi parte… Y murió demasiado pronto… No le he podido compensar por todo lo que hizo. No he mostrado gratitud. Ni siquiera le dije lo feliz que me hizo…


Su rostro estaba tieso y carente de lágrimas, pero la lluvia del exterior reflejaba su dolor. Abrió el cuaderno una vez más, para tocar la escritura de su padre, buscando sentir una conexión otra vez.


———————————————————


Espero que nunca tengas que leer esto. Quizás sería mejor que nunca sepas nada. Pero a veces, la verdad es necesaria. Así que estoy escribiendo esto, antes de que me pierda en mi tumba y el olvido.


Tu pasado, y la historia sobre quién eres. Esto comenzó hace veinticuatro años. Mi esposa y yo encontramos un bebé abandonado. No teníamos hijos propios, y le dimos las gracias a Dios por esa bendición, y decidimos adoptar a la niña… Tres años después, mi esposa falleció. Y cuatro años después, hace diecisiete años, fui a Silent Hill, contestando a la insistencia de la niña. Nunca pude saber por qué ella quería ir ahí tanto.


En ese pueblo, ella se esfumó. No abandonó el pueblo ni murió. Simplemente regresó a su forma original. Así lo dijo Dahlia Gillespie.


Su forma original… Alessa Gillespie, una niña quemada viva por su propia madre como ofrenda ceremonial para Dios. En el incendio, separó la mitad de su alma, dejando la primera en su cuerpo, y esa otra mitad llegó a ser la pequeña bebé. Siete años después, la niña regresó a Silent Hill y se reunió con Alessa, recobrando su poder completo. Lo que ella quería era matar al dios dentro de ella, invocado por el ritual, creciendo en forma de feto. Aunque significara perder su propia vida, ella lo haría.


Pero su deseo no se cumplió. Debido a mi interferencia, por tratar de salvar a la niña. Pero no pude salvarla. Lo único que inadvertidamente conseguí fue asistir a Dahlia en su ritual para que el dios naciera. Afortunadamente, el dios también fue destruido poco después de su primer sollozo, probablemente por la resistencia de Alessa y la niña.


Después de que “Dios” desapareció en la luz, Alessa apareció otra vez y me entregó un bebé, uno que se veía idéntico al de hacía siete años. Entonces Alessa murió, y no la pude ayudar. Todo lo que pude hacer fue correr con el bebé. Se sintió como un sueño.


Pero la realidad estaba clara: la niña se había ido, y había un bebé en mis brazos. Diecisiete años han pasado desde entonces. Se siente tanto como un parpadeo y como una eternidad. Al principio, tenía mis dudas sobre criar a la bebé. Dudé si podría amar a un ser cuya naturaleza era tan extraña, posiblemente asociada a la chica que me arrebató a mi hija amada. Incluso llegué a poner mis manos en su cuello, desesperado y furioso. Pensé en abandonarla múltiples veces. Sé que soy una persona terrible.


Al final, fui incapaz de dejarla ir. La bebé… tú, Heather, me mirabas con ojos inocentes y me sonreías cada vez. No puedo olvidar a la niña, incluso ahora. Pero te amo. No tengo ninguna duda de que te amo. Ruego que me creas.


A mi preciosa hija.


Harry Mason.

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