Silent Hill 3: La Novela - Capítulo 3: Al Acecho
— Voy a investigar la casa de este tal Leonard. Heather, necesitaré que visites el hospital. ¿Estás segura de que estarás bien?
— No soy una niña. ¿O es que necesitas a alguien que te lleve de la mano, Douglas?
— Mentiría si dijera que no tengo miedo. Tengo más de cincuenta años, y nunca he visto algo como esto. Aún se siente como un sueño.
— Más parece una pesadilla.
— Oh, por supuesto. Espero despertar pronto. Como sea, vuelve aquí cuando hayas terminado con el hospital.
— Lo sé.
Douglas fue el primero en salir del motel, donde habían acordado encontrarse más tarde. Heather aún se estaba preparando. Le tomaba más tiempo que a un hombre.
Llegar a Silent Hill les había tomado dos noches. Sin una licencia de conducir, Heather no sabía qué habría hecho sola… y le estaba profundamente agradecida a Douglas. Sus pésimos chistes durante el trayecto calmaron su duelo sobre su padre y el tormento de su pasado. El paisaje de Silent Hill, cubierto de una densa niebla, ya no la atemorizaba tanto.
Sin embargo, su odio por Claudia no había disminuido ni en lo más mínimo.
Como si se estuviera vistiendo para una cita, Heather se preparó con armas que había traído de su departamento. Puso una pistola y un cuchillo en su cinturón, y la preciada escopeta de Harry en su espalda. Cargó tantas balas y cartuchos como pudo. No olvidó la linterna ni la radio, tampoco.
— Ya está —dijo, lista para explorar el pueblo de Silent Hill.
Al salir de su habitación, el aire húmedo la envolvió inmediatamente. La niebla era tan densa que parecía estar hecha de alguna sustancia tóxica, haciendo sentir sus pulmones siendo contaminados. Quería contener la respiración lo más posible.
Estaba en el distrito de South Vale, en el lado sur del lago Toluca. El motel en el que habían descansado estaba en la avenida Nathan. Acorde al mapa, para llegar al hospital Brookhaven, Heather debía ir al oeste por la avenida, y luego bajar por la calle Carroll.
Cuando llegaron la noche pasada, la niebla no estaba tan densa como lo estaba ahora. A pesar de ser de día, el sol estaba completamente cubierto, haciéndolo imposible de ubicar en el cielo. La visibilidad era tan pobre que sólo podía ver a unos cuantos metros frente a ella, así que quizás sólo había buena visibilidad en la noche en el pueblo. Heather avanzó por la acera con cuidado de no perderse. No habían automóviles en la calle gracias a la niebla, así que podría caminar por la calle si lo quisiese, pero dificultaría demasiado reconocer los edificios o calles conectadas. Clima extremo… No se veía a nadie por el camino.
Heather recordó lo que Douglas había mencionado acerca de los residentes, y pensó: “Son ellos, los seguidores de Claudia. Los que ayudaron a sacrificar a Alessa. Los que están tan desquiciados como Dahlia Gillespie. Todos ellos quieren repetir el ritual, quieren usarme…”
Puede que Heather haya caído en la trampa del enemigo, pero le daba igual. Aunque tratara de correr, ellos la seguirían persiguiendo. Nunca viviría en paz a menos que ella misma terminara las cosas.
Al entrar a la calle Carroll, escuchó un ruido: la estática de la radio advirtiéndole del peligro adelante. Un perro monstruoso corría hacia ella desde la niebla, aullando. Heather le disparó con su escopeta sin titubear. Las criaturas ya no la asustaban y para entonces se habían convertido en simples molestias. Pasó por sobre su cuerpo acribillado con calma.
Esa confianza fue destruida poco después.
Subestimó a una figura pequeña que se le apareció.
La nueva criatura, a diferencia de las que había visto hasta entonces, tenía un cuerpo metálico, dos cabezas, y largas garras de sable insectoides. Se acercaba en una forma cómica, rotando su torso verticalmente. La escopeta no tuvo efecto. Antes de poder dispararle, el monstruo se alzó en el aire, a pesar de no tener alas. Se movía con una velocidad increíble, mucho más ágil que en el suelo. Heather no podía apuntarle, y apenas pudo esquivar sus hojas.
— ¡Mierda, no estoy bien!
Heather sintió el terror de Silent Hill calando en sus huesos. La forma aérea de la criatura se perdía en la niebla, imposible de predecir ni de seguir con la mirada. No le quedó más opción a Heather que huir. Aterrorizada, corrió lo más rápido que pudo.
Afortunadamente, el hospital Brookhaven estaba un poco más adelante.
La débil luz del sol, disuelta por la niebla, era incapaz de iluminar el interior del hospital apropiadamente. El edificio oscuro requería de la ayuda de la linterna. Aunque parecía estar vacío de médicos, enfermeras o pacientes, Heather notó un extraño ruido seco, como si alguien estuviese arrastrando sus zapatos por el piso. Algo, o alguien, iba por ella.
De a poco, una enfermera se asomó. Moviendo sus piernas atrofiadas, se acercaba con un paso desbalanceado, y su postura jorobada la hacía ver como alguien exhausta tras el turno de noche. Su uniforme blanco estaba manchado de sangre café rojiza, y probablemente no por asistir en operaciones. La enfermera sostenía un tubo de hierro, un arma ensangrentada que implicaba que le había dado muerte a alguien más.
¿Podría ser humana?
Heather dudó al principio, creyendo que estaba tratando con una persona.
— ¡Ey, usted! —le gritó.
Como respuesta, la enfermera intentó golpear a Heather con el tubo. Heather instintivamente bloqueó el impacto con el barril de la escopeta. Viéndola de cerca, se podía apreciar que el rostro de la enfermera estaba limpio de sangre, pero sus ojos estaban vidriosos e hinchados como los de un cadáver. Si es que fue humana en algún momento, ahora se había convertido en algo completamente distinto. Heather dejó de dudar inmediatamente. Pateó a la enfermera en el estómago y la apartó de ella.
— No tengo tiempo para ti.
Cuando la enfermera tropezó hacia atrás, Heather le disparó en el pecho.
— ¡Aaah!
Su grito sonó extrañamente humano, como seda rasgándose, y el cuerpo de la enfermera convulsionó lamentablemente en el suelo antes de morir. Por un momento, Heather sintió una estocada de culpa en su corazón.
En una habitación detrás de la oficina, Heather encontró algunos historiales médicos. El ambiente distaba mucho de ser el de un lugar de trabajo. Se parecía más a una sala de estar, así que probablemente era una sala de descanso para los médicos. Sobre una mesa, encontró un expediente médico con el nombre de Leonard. Heather había venido al hospital Brookhaven para buscar a un tal Leonard, y según lo que Vincent le había dicho a Douglas, Leonard podría estar hospitalizado aquí. Heather leyó el expediente.
"Leonard Wolf, habitación S12. Demuestra síntomas de esquizofrenia leve, como alucinaciones leves, auditivas y visuales, inestabilidad emocional y pensamientos obsesivos. Se requiere observación continua. Generalmente, tiene una personalidad tranquila y cooperativa, con un fuerte sentido de la justicia. Sin embargo, ha habido informes de violencia extrema cuando se emociona en exceso."
¡Leonard! Tiene que ser él.
Parecía que la información de Vincent era correcta. ¿Podría Leonard darle pistas sobre el paradero de Claudia?
Sabía en qué habitación debía estar su objetivo, pero llegar hasta allí no era sencillo. Puertas cerradas bloqueaban su camino en varios puntos, convirtiendo el hospital en un laberinto, tal como en el centro comercial. Alguna fuerza malévola parecía estar obstruyendo su avance. Tuvo que registrar el hospital meticulosamente, explorando todas las rutas posibles hacia su destino. Pasó por salas de examen, las habitaciones de los pacientes, la enfermería, quirófanos, la sala de rayos X, la cafetería y el salón de personal.
No había ni una sola persona normal a la vista. Lo único que encontró fue enfermeras monstruosas.
¿Podría Leonard realmente estar en un lugar como ese?
La asaltaron las dudas, pero no tuvo más remedio que seguir adelante. No había ninguna pista que la llevase hacia Claudia, y Heather tuvo que evitar combate innecesario escabulléndose entre las lentas enfermeras para enfocarse en encontrar a Leonard.
¿"Hope House"?
Heather estaba fascinada por el título. Se trataba de un viejo artículo de revista olvidado en la mesilla de una habitación. Atraída por algo irresistible, lo tomó en sus manos. La revista estaba llena de artículos triviales de farándula, probablemente algo para que los pacientes pasaran el tiempo. Sin embargo, Heather olvidó momentáneamente su objetivo en el hospital y se encontró incapaz de resistirse a leer más.
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Enseñando Dolor: Hope House.
Un pequeño orfanato en el bosque de Silent Hill: "Hope House". La institución es dirigida por una organización benéfica conocida como "4S," o "Silent Hill Smile Support Society" (Sociedad de Apoyo a las Sonrisas de Silent Hill).
Aunque es indudablemente digno de admiración el acoger y cuidar a niños huérfanos, debemos cuestionar la legitimidad de estas acciones cuando la verdadera naturaleza de la organización es revelada: Una secta que adoctrina niños con sus perversas doctrinas en lugar de proporcionarles una educación adecuada.
El señor Smith (temporero), quien vive cerca de las instalaciones, nos dijo lo siguiente:
Por la noche, a veces los escucho rezando cosas extrañas y oigo gritos de niños que vienen desde las instalaciones. Una vez fui a quejarme, pero me echaron del terreno... ¿Ha cambiado algo desde entonces? No, todo sigue igual.
También intenté conseguir una entrevista con el personal de Hope House para descubrir la verdad, pero se negaron rotundamente. No me dieron ninguna respuesta y no se me permitió tomar ni una sola fotografía.
Durante mi visita a Hope House, noté una sospechosa estructura cilíndrica de hormigón en las cercanías. Al parecer, esta estructura forma parte de las instalaciones, pero nadie con quien hablé pudo decirme de qué se trataba. Desde luego, no parece necesaria para un orfanato. Podría ser un lugar de castigo o una especie de iglesia para ellos. La verdadera organización detrás de Hope House es una secta sin un nombre específico, conocida localmente sólo como "La Orden". "La Orden" es una religión con una extensa historia que está profundamente entrelazada con la de Silent Hill, pero que posee un peligroso elemento de creencias radicales elitistas.
Tengo la intención de seguir investigando a Hope House y a la Orden. Siempre he creído que nuestro deber más importante es comunicarle la verdad al pueblo y mostrarle a los niños un camino recto y noble.
Joseph Schreiber.
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Los ojos de Heather volvieron a percibir sus alrededores tras terminar de leer el artículo. Una migraña aguda le atravesó la cabeza, y la imagen de una chica dolorosamente familiar pasó por su mente. El recuerdo había sido despertado por el artículo, pero estaba segura de que la niña no venía de Hope House. Un susurro de la memoria de Alessa, débil pero nítido, se lo dijo. Sin embargo, esta chica parecía pertenecer a esa misma época, y traía una carga similar de desgracia.
¿Quién es ella...?
La imagen del rostro de la chica parpadeaba como un espejismo en su mente. Sonriente, pero tan llena de dolor.
— Ey, Alessa —dijo la chica—. Amo a mi papá. De verdad. Lo amo mucho, mucho, mucho.
Las lágrimas brotaron de sus ojos.
A Heather se le cortó la respiración súbitamente y sacudió su cabeza con fuerza. Por un momento, la cara de la chica se volvió clara como el agua, y tenía un extraño parecido con alguien familiar.
¡No! ¡No puede ser!
Heather por fin llegó al tercer piso, donde se detuvo al final del pasillo oeste con una expresión turbia. La habitación S12 estaba vacía. Había examinado todas las zonas accesibles del hospital y estaba segura de que no había dejado ningún lugar sin revisar.
¿Dónde está Leonard? ¿Está siquiera en el hospital?
— ¡Sal de donde sea que estés! —le gritó frustrada, pero las únicas respuestas fueron gruñidos de enfermeras. Resignada, se volteó para abandonar el pasillo, poniendo sus esperanzas en que Douglas encontrara alguna pista en la casa Wolf y regresara al motel pronto.
Entonces, un teléfono sonó desde la habitación S12. Heather inclinó su cabeza y sintió el color regresando a su rostro. ¿Podría ser Douglas llamándola?
La habitación S12 resultó ser una especie de suite VIP, incluyendo un teléfono en la mesilla de noche. Heather lo contestó con cautela.
— ¿Claudia? —le preguntó una voz masculina y seca.
Heather, descorazonada momentos antes, se sintió vigorizada al instante. El remitente parecía conocer a Claudia y estaba llamando a la habitación de Leonard, para más.
— No, soy...
— ¡No me mientas, Claudia! —gritó el hombre, interrumpiéndola. Continuó hablando sin detenerse a escucharla—. Siempre te estás escapando así. ¿Viniste a disculparte? ¿O tal vez aún no te has dado cuenta de lo desquiciada que estás? ¿Qué es todo esto de "la salvación de la humanidad"? ¡Olvida esa ridiculez! Si de verdad crees que puedes conseguir algo así, ¡aprende cuál es tu lugar! ¡La arrogancia es un pecado imperdonable!
— Espere, escúcheme por un segundo...
— Ya escuché suficiente. ¿Cómo es que te convertiste en esto? ¿En qué parte me equivoqué?
— ¡Escúchame ya! ¡No soy Claudia!
— ¿No eres Claudia...?
— Me llamo Heather.
— Heather, eh... ya veo. Mis disculpas. Soy Leonard Wolf. Estuve en esa habitación hasta hace poco, y creí que mi hija me había venido a visitar.
— Eres Leonard... ¿El padre de Claudia?
— Efectivamente, lo soy. ¿Eres conocida suya? ¿...Eres una de sus seguidores?
— ¡No! ¡Pero la estoy buscando! ¿Dónde está?
— Siento rabia en tu voz —suspiró Leonard—. Tu voz está envenenada con odio. Estás pensando en matarla, ¿no es así? No sé qué te ha hecho, pero sigue siendo mi hija, no importa lo estúpida que sea. La habría perdonado si hubiera admitido sus errores y cambiado de rumbo. Pero parece que es demasiado tarde. ...Heather, ¿quieres ayudarme?
— ¿Ayudarte?
— Estoy cautivo... y alguien debe detener a Claudia.
— ¿Dónde estás?
— No estoy seguro. Sé que estoy en alguna parte de este hospital... Creo que la entrada está al fondo del pasillo oeste del segundo piso. Si me liberas, podré ayudarte. Poseo un sello. Por favor...
La llamada terminó abruptamente.
Heather tenía muchas más preguntas que hacerle, pero conocer a Leonard Wolf en persona sería suficiente. Fue un avance significativo. Pero, aun así... la palabra "sello" permanecía en su mente. El término tenía un aire de misterio que estimulaba fuertemente sus pensamientos, haciéndole palpitar la cabeza.
El pasillo del lado oeste del segundo piso estaba obstruido por equipos médicos rotos, lo que hacía cualquier puerta oculta inaccesible. O al menos, así estaba cuando Heather pasó por ahí por primera vez.
Ahora, tras la llamada telefónica, Heather se encontró con que los escombros habían desaparecido y una puerta metálica había quedado al descubierto al final del pasillo. ¿Acaso las enfermeras habían arreglado el desastre para ella? No, sería ridículo. Se había enfrentado a demasiadas experiencias extrañas como para seguir siendo sorprendida por cosas así. Heather abrió la puerta la cual le dio la bienvenida con un chirrido a un pasadizo teñido de carmesí. El suelo, las paredes y el techo estaban todos pintados en un rojo oxidado. De un lado de la pared sobresalían luces fluorescentes, cuyo brillo amarillento le daba más poder al color de la sangre. El techo era tan bajo que parecía estar casi al alcance de la mano, lo que añadía una sensación de claustrofobia sofocante a la atmósfera del lugar.
¿Otro callejón sin salida?
El pasadizo se extendía a lo lejos, pero una persiana metálica le bloqueaba el paso. Al acercarse Heather, la persiana se replegó en el techo con un estruendo, acción aparentemente provocada por su presencia. Al seguir avanzando, Heather se encontró en un pasillo laberíntico donde las persianas automáticas limitaban sus opciones, guiando sus movimientos como si tuvieran voluntad propia.
Más adelante, encontró un símbolo familiar grabado en la pared.
Heather ya había visto antes este tipo de marca misteriosa, rodeada por un símbolo ominoso. Pero ésta le provocaba una sensación distinta. No le provocó la migraña que las anteriores le provocaron. Quizás había algo distinto en el diseño de la marca.
Conozco este símbolo...
Heather lo trazó con la punta del dedo, sintiendo un fragmento de memoria resurgiendo vívidamente en su mente como una visión tangible.
— Aún tiene una fiebre inusualmente alta... sigue sin despertarse... apenas reacciona a la intravenosa… ¿Por qué...? ¿Qué la mantiene con vida?
La visión se sintió como estar en una habitación oscura frente a una televisión antigua. En ella había una enfermera, angustiada y contemplando la situación en su mente. Era la enfermera de Alessa.
Su nombre... Lisa... Lisa Garland...
Me cuidó con tanta diligencia, y fue la única amabilidad que recuerdo en ese infierno de hospital... pero algo - su cordura - se desgastó en ella...
Las mejillas de Heather se empaparon de lágrimas, recordando brevemente tanto el calor como el dolor de esos tiempos. Se limpió las lágrimas con su manga. Extrañamente, el misterioso símbolo había desaparecido de la pared. Heather no tuvo tiempo para pensar en ello y siguió adelante. Atravesó un pasillo oscuro en el que las luces fluorescentes se habían apagado, y cruzó una puerta al final. Se encontró en un estrecho atrio de dos pisos al otro lado, donde las paredes estaban cubiertas de manchas de sangre por completo.
Una escalera de metal la esperaba. Heather empezó a subir por ella, pero se congeló a mitad de camino. Otro monstruo momificado se aferraba al suelo enrejado desde abajo, retorciéndose. Tal vez la atacaría, pero no había otra forma de continuar. Agarró la escopeta con una mano, lista para disparar, y continuó subiendo con cuidado.
Los ojos de la criatura brillaron cuando ella se acercó a su nivel, pero sólo la observó con una mirada inquietante, sin hacer ningún movimiento para atacar. Heather llegó a la cima y miró con desdén al monstruo bajo su falda, antes de darse la vuelta y abrir la puerta. Salió del atrio y se encontró de nuevo en lo que parecía ser la tercera planta del hospital. Pero el lugar era drásticamente diferente al que había explorado antes.
Rojo, rojo, rojo...
Iluminadas por las luces, las paredes, el suelo y el techo brillaban con un intenso tono carmesí. A diferencia del concreto usual, las superficies ondulaban en formas inquietantes, como si innumerables enjambres de termitas las estuvieran devorando desde adentro.
En un lugar tan maldito, habían criaturas igualmente grotescas acechando. Arrastrándose por el suelo había monstruosidades con hocicos y mandíbulas de hormiga, sobresalientes en largas protuberancias, y brazos atrofiados como si estuvieran fusionados e hinchados por quemaduras. Parecían demonios explorando el infierno. Incluso la imagen de su sangre y su carne salpicadas por ser atacados era repugnante, por lo que Heather intentó evitar el combate hasta donde fuera posible. Subestimándolos porque estaban a tan poca altura del suelo, intentó saltar por encima de uno de ellos. Sin embargo, la criatura la atacó con una rapidez inesperada. Agarró su pierna y la derribó al suelo. Su única defensa era usar la escopeta.
— ¡No me toques!
La cabeza de la criatura fue destruida por completo en una explosión de pólvora, y su carne y sangre salpicaron la cara de Heather. Fue una humillación insoportable para ella, lo que la hizo estallar en una rabia histérica. Heather empezó a disparar con furia a todo lo que se moviera, sin importarle desperdiciar munición mientras se deshacía de los monstruos. En un estado casi frenético, continuó su búsqueda por Leonard, finalmente encontrándose de vuelta en el horrible primer piso del hospital.
— Apresúrate. Sácame de aquí —Leonard murmuró en la oscuridad del sótano.
Llevaba años esperando ahí, atrapado por su hija Claudia. Se había cansado de la humedad, de anhelar por la luz del sol, de esperar por el momento en el que pudiese disfrutar de la gloria de Dios. Leonard creía ser un elegido, pero ahí estaba, prisionero de su ingrata hija.
Rechinando los dientes, su deforme rostro se retorció aún más de ira. Golpeó el suelo, salpicando agua con sus brazos afilados. Claudia se había convertido en una pecadora ante sus ojos por lo que le había hecho. La castigaría a ella primero, y luego a los demás miserables. Leonard repitió su juramento por millonésima vez, de servir como guerrero del honor y como guardián del sello, ofreciendo la sangre de pecadores.
En su búsqueda, Heather examinó la habitación C4, donde no encontró a ninguna persona, pero sí a un peculiar altar ensamblado al fondo. Dos camillas estaban colocadas una al lado de la otra, una con una vela encendida y un cuchillo a su lado, mientras que un misterioso símbolo adornaba el pergamino central. En la otra camilla había un libro abierto, que Heather tomó en sus manos.
Su título era "Memorias Perdidas".
Uno de los rituales de más notoriedad, olvidado por siglos y registrado sólo en unos pocos textos, es el sacrificio ritual... Reza, y luego entierra una estaca de cobre en el pecho del hombre, perforando el corazón y derramando su sangre sobre el altar. Así aplacarás y le jurarás lealtad a Dios. Otro ritual de alto rango involucra inmolar al sujeto en vida. Este es reservado para el clero, y tiene similitud con el sacrificio de llamas visto en otras religiones de la zona, implicando la presencia de una deidad solar...
El recuerdo estalló en la mente de Heather en una cortina de llamas.
¡No!
Dejó caer el libro, sintiendo las yemas de sus dedos chamuscarse de calor. Un escalofrío recorrió su cuerpo, pero estaba empapada en sudor frío. Recuerdos que no debía rescatar.
Abandonó la habitación entre tropiezos y jadeos, hasta colapsar en el pasillo. Su corazón estaba palpitando con ferocidad. Por un momento, había revivido la agonía y el dolor de Alessa al ser quemada viva. Quería alejarse de la habitación, pero no podía. El conocimiento susurraba desde sus recuerdos que Leonard estaba más allá de esta habitación, oculto en un pasadizo secreto.
Se puso de pie y volvió sobre sus pasos, no para huir, sino para explorar la habitación C4 más a fondo. Al encontrar una bolsa de suero vacía, recordó un inquietante cadáver que había visto colgando en la sala de tratamiento en el tercer piso. Heather llenó la bolsa con la sangre acumulada en un balde bajo el cuerpo, y se la llevó de vuelta a C4. Vertió la sangre en el altar, siguiendo el ritual descrito en el libro. Algo se rompió en el espacio entonces. Cuando se dio la vuelta, la mitad del suelo de la habitación se había desvanecido en un agujero, revelando un pasadizo y una escalera que conducían al subsuelo.
— ¿Heather? —La voz de un hombre resonó en la oscuridad.
Heather descendió a un vasto espacio cavernoso, apartando la densa oscuridad con el haz de su linterna. Las paredes eran de cemento sucio y ennegrecido, con gruesos barrotes de hierro oxidado y un alto techo arqueado. El agua, apestando a alcantarillado, llegaba hasta su cintura. El sonido de una corriente venía desde las profundidades de la caverna. Parecía que ese lugar estaba conectado al desagüe. Su diseño le recordaba a una prisión gracias a los barrotes de hierro al fondo. Si alguien estuviera atrapado ahí, sólo podría ser...
— ¿Leonard? —Heather gritó—. ¡Soy yo, Heather! Vine a sacarte de aquí, como prometí. ¿Dónde estás?
— Te lo agradezco. Por fin podré marcharme de aquí —le contestó la voz, aún oculta en las sombras—. Acabaremos con el ridículo sueño de Claudia. La "salvación de la humanidad," nada más que ideales absurdos. ¡Ja! ¡No hay necesidad de bendecir a aquel quien se opone a Dios!
La voz poseía una mezcla de alegría por su liberación e ira por su confinamiento.
— Ven, Heather. Vamos, los dos. Debemos castigar a Claudia. ¡Merece la muerte!
— ¿Perdón? —dijo Heather, sintiéndose incómoda por la mención explícita del concepto de muerte. Aunque buscaba vengar a su padre, no se había planteado realmente llegar hasta ese punto. Sólo quería arruinar los deseos de Claudia, y tal vez hacerla sufrir el peso de la justicia legal. Algo también se sentía extraño en su meta de "salvar a la humanidad." Una parte de Heather sentía lástima por ella, impidiéndole odiarla por completo. Heather se tranquilizó y continuó—. No lo entiendo. Ella es tu hija, ¿cierto? ¿Qué estás planeando hacer?
— ¿Hay algún problema, Heather? —le contestó la oscuridad, sonando exasperado—. La justicia trasciende los lazos familiares. Aquellos cuyas acciones acarrean maldad deben ser castigados, aunque lleven nuestra sangre en sus venas.
Pero, para Heather, lo que acarreaba maldad era la voz de Leonard. Al escucharla en persona, sintió que era una voz que había escuchado en el pasado. La imagen de un rostro despreciable y altivo resurgió en su mente.
— Por supuesto, Dios es misericordioso, pero no por ello se nos debe permitir caer en apostasía. Ni la bondad ni la maldad deben recibir salvación. Sólo aquel que se rige por la doctrina suprema será elegido por Dios, y sólo los elegidos cruzarán el umbral en el último día. El derecho a vivir en el Paraíso debería serle entregado sólo a aquellos quienes escuchan la voz de Dios, como nosotros. ¿Estás de acuerdo, Heather?
— Hmm... lo que digas —contestó Heather con desdén, gracias a sus mareos convirtiéndose en una migraña. El rostro del hombre detestable se aclaró en su mente—. No, no soy como tú. No estoy de tu lado. No quiero tener nada que ver con ese paraíso que dices.
— ¿Disculpa? —La voz en la oscuridad se tiñó de ira—. ¿Eres una hereje? ¿Me has estado engañando? ¡Tú! ¡Tú quieres robar mi sello y destruir a Dios! ¡Confiesa, infiel!
— ¿Qué estás diciendo? ¿Qué es todo esto de un sello?
— No finjas inocencia. No seré engañado otra vez. ¡Protegeré el sello como el mandamiento de Dios me lo ordenó! ¡Mi deber como su guardián es defenderlo con mi vida! ¡Lo único que obtendrás de mí es un horrible destino!
— ¿Leonard? ¿Acaso eres...? —En los recuerdos que subían a la superficie, podía ver a un más joven Leonard sosteniendo la mano de una niña. Una niña sonriente, ocultando sus heridas bajo sus ropas—.
— ¡Muerte a todos quienes rechacen la misión que Él nos encomendó! —rugió Leonard.
Sí, siempre estaba gritando, incluso a su hija. El sonido de agua salpicando se acercaba junto al Leonard emergente de la oscuridad, pero su aspecto distaba mucho de la cara en los recuerdos de Heather.
Una silueta incomprensible que parecía mitad primate y mitad anfibia.
La escena le quitó la voz a Heather. Su cuerpo estaba cubierto en incontables bultos en forma de escamas gruesas. Sus antebrazos terminaban en tenazas afiladas como sables.
Ya no era humano. Había tomado una forma que reflejaba su corazón podrido.
Heather le apuntó con su escopeta. No dudaría en enfrentarse a un monstruo. Aunque Leonard aún fuera humano, no habría titubeado tampoco. Todo el miedo y odio en el corazón de la pequeña Claudia permeaban en el corazón de Heather. La indignación justificada que sentía por la niña guiaron sus dedos al gatillo.
El disparo de la escopeta derribó a Leonard de espaldas al agua sucia. Pero alguien como él no sería derrotado tan fácilmente. Este era un hombre que aterrorizaba a niños con sermones crueles y constantemente atemorizaba a su propia hija con castigos físicos. Alguien como él no moriría de un solo disparo.
Leonard nadó hacia Heather con la agilidad de un pez. Habiendo disparado su último cartucho, Heather azotó el barril de la escopeta contra la cabeza de Leonard. Puso todo el miedo colectivo de los niños y la angustia de su vieja querida amiga en el golpe. A pesar de que un golpe bajo el agua no iba a hacer daño significativo, pareció infligir algo de dolor. El rugido enrabiado de Leonard hizo eco a través del desagüe.
Heather empuñó la pistola, apuntando con una determinación inquebrantable. La boca del arma destelló, y los estruendosos disparos actuaron como extensión de los propios gritos de angustia de Heather.
¡Ella te amaba tanto!
¡Ella te amaba tanto!
¡Ella te amaba tanto!
¡Ella te amaba tanto!
¡ELLA TE AMABA TANTO!
¡Y LA TRATASTE ASÍ, BASTARDO INSENSIBLE!
Los alaridos del monstruo inundaron la caverna. Sin más fuerzas para continuar, Leonard se desplomó en el agua. Su sangre se derramaba desde los múltiples agujeros en su pecho, contaminando el desagüe aún más. Sumergido, inmóvil, el cuerpo de Leonard se alejó flotando sin vida. La mente de Heather consiguió borrar la imagen del Leonard humano, pero sus mareos empeoraron.
———————————————————
— ¿Fuiste tú el que planeó esto? ¡Tú la llevaste con él! —Claudia hablaba furiosa.
— Oh, perdón. ¿Acaso estuvo mal? —Vincent respondió con calma y una pizca de deleite, enfatizando su característica mirada penetrante.
—¡Por tu culpa mi padre está muerto!
— Ah, ¿pero no es eso algo bueno? Ahora está al lado de Dios. Leonard siempre quiso estar a su lado, ¿no?
— Las personas que se burlan de Ella nunca recibirán la salvación. Te irás al infierno. El paraíso y la felicidad pura de Dios jamás estarán a tu alcance.
— ¿No crees que es algo infantil pensar que Ella te salvará?
— ¿Qué sabes tú?
— Sé mucho de la felicidad que hay en este mundo. Yo busco felicidad también, ¿sabes? Desde mi perspectiva, tú eres la que se equivoca. ¿Mantener a tu padre vivo en ese estado y llamarlo "felicidad"? Eso es un delirio puro.
— ¡No!
— Pero, tú sabes que en el fondo todo es acerca de la venganza, ¿o me equivoco? Hablas mucho sobre presencia la gloria de "Dios”, pero en realidad, usaste a Leonard como un experimento sobre los poderes de Silent Hill. ¡Lo usaste como experimento por venganza!
— ¡Deja de inventar cosas sobre mí!
— Odiabas a tu padre, ¿no? Puedo imaginarte como una niña pequeña, siendo golpeada y pateada, llorando.
— ¡No lo odiaba! ¡Lo amaba! ¡Amo a mi padre! Ah, pero los recuerdos de ese pasado son tan dolorosos... ¡es por eso! ¡Es por eso que necesitamos a Dios!
— Eres como una niña. Lo que llamas fe no es nada diferente a una niña suplicando que le den amor. Por eso te encuentras sola, siempre.
Vincent se encogió de hombros. Claudia negó con la cabeza vehementemente, determinación llenando sus ojos.
— No lo entiendes. ¡Ninguno de ustedes entiende!
Aunque su mirada era resuelta, había desesperación en sus ojos.
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Heather se encontró tumbada en el suelo de la habitación S12, donde había recibido la llamada antes. La alcantarilla, la oscuridad que había en ella y todo lo demás se habían desvanecido como si Heather hubiera recién despertado de un sueño.
La realidad ya no tenía sentido.
Se puso de pie y miró por la ventana. A pesar de seguir viendo la omnipresente niebla, la luz del día era evidente en ella. El hospital había vuelto del otro mundo a su estado normal, aunque seguía desolado.
— Supongo que tengo que volver al motel... Espero que Douglas esté bien.
Cuando estaba por salir de la habitación, su bota pateó algo por accidente. Se trataba de un medallón del tamaño de la palma de su mano. El símbolo grabado en él era idéntico al que había visto en el pasadizo oculto del segundo piso.
Heather observó el medallón, sintiendo familiaridad y una premonición creciendo dentro de ella. Lo que fuera que ese símbolo significase, era claramente importante. Se guardó la medalla en el bolsillo y salió de la habitación, dispuesta a enfrentarse a lo que fuera que le esperara afuera.
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¡Gracias por leer la traducción de este capítulo! Es bastante corto, pero me tomó algo de tiempo porque estoy aprendiendo a usar nuevas herramientas para organizarme mejor. Ahora sólo queda el último capítulo y el proyecto estará completo. Otra vez, ¡gracias por leer y apoyen mi Kofi si les gustó y pueden!
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